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Psicóloga, terapeuta Familiar, psicodiagnostico infantil, estimulacion temprana.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Terapia de Valores


Este artículo pretende incidir en un aspecto importante de la terapia que independientemente de modelos o técnicas, siempre está presente. Los valores del terapeuta y los valores del paciente o cliente. Los valores del terapeuta los hacemos claramente conscientes conscientes cuando por ejemplo decimos que no aceptaríamos un paciente que chocara mucho con nuestros valores (por ej. un psicópata, un agresor sexual, un asesino... son casos paradigmáticos para algunos profesionales). Pero que pasa con los valores del paciente ¿los tenemos en cuenta? ¿los investigamos tan sistemáticamente como la personalidad o la sintomatología?
Estaremos de acuerdo que una persona honesta y que se comunica de forma franca, se sentirá más tranquilo y puede que tenga más éxito y salud. Una persona que cuida las relaciones o su salud, porque para ella es importante, un valor, tendrá menos riesgo de tener problemas en estas áreas. La paciencia, la tolerancia, la comprensión, entre otros, garantizarán una armonia o equilibrio interior, ingrediente indispensable para mantener la salud mental.
Por lo tanto, parece que las personas con ciertos valores personales y que alinean sus conductas con ellos podrian gozar de mayor bienestar.

Terapia de Aceptación y Compromiso

Aproximaciones como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés) plantean el compromiso del paciente con sus valores como parte del proceso y ha sentado las bases para utilizarlos en la terapia. Los valores no serían solo un filtro o modelaje de la relación terapéutica sino simplemente el eje del proceso. En terapia, se persiguen objetivos en línea con esos valores, que puede ser necesario en un primer paso clarificar y después activar.
La ACT, no exenta de críticas, se enmarca en la tercera ola de terapias de conducta, que acepta influencias de la filosofía y de tradiciones milenarias. Así, la con la primera recogeríamos las primeras terapias de conducta que dotaban de cientificidad la práctica clínica psicológica, ya que en el cambio de siglo XIX a XX imperaban los modelos psicodinámicos. Con la segunda ola ya nos referimos a las terapias cognitivo conductuales, que se centran no solo en la conducta observable sino en el pensamiento, los eventos privados (pensamientos, creencias, emociones) pueden ser modificados y así cambiará la conducta en base a unos objetivos clínicos prefijados, básicamente para adaptarse mejor al medio ambiente para sufrir menos.
Aquí es donde la ACT imprime un cambio de rumbo, no es tan importante modicar lo que nos produce malestar, eliminarlo o evitarlo (moviendonos en lo que se ha dado en llamar 'Trastorno de Evitación Experiencial'; TEE) si no que podamos tener la suficiente flexibilidad para convivir con un ambiente que no podemos controlar y unos eventos internos que son más soportables de lo que pensabamos, y que los intentos de control de esos eventos son parte fundamental del malestar. De hecho, esos eventos acaban protagonizando el día a día de la persona, en vez de que esta rija su vida en base a sus valores.
El alejamiento de los valores o la contradicción con ellos, provoca sufrimiento y alienación. La ACT propone al cliente aceptar el reto de cambiar lo que se puede cambiar y aceptar lo que no se puede cambiar. A comprometerse a caer y levantarse y a volver a seguir los pasos de sus valores. A enfrentar el conocido intento de control de los eventos internos o externos con la novedad de la aceptación de los mismos.
La ACT pertenece al grupo de terapias contextuales en las que la aceptación de los procesos psicológicos, los valores de la persona y del terapeuta o el autoconocimiento son parte fundamental del proceso de terapia. Desde el budismo hasta el humanismo nos aconsejan separar lo que somos de lo que pensamos, mientras que en nuestra cultura se ha centrado más en el sentimiento negativo que, dada la unicidad de la persona, impregna sin remedio todo el pensamiento y toda la conducta.
Todas las personas tenemos valores, con etiquetas más o menos similares y en número más o menos variable. No es posible no tener valores. Incluso las personas que no han recibido una educación en valores o no han tenido un modelo de valores, construirán a lo largo de su vida su propio repertorio.
El primer paso es la clarificacion de valores de la persona que tenemos en la consulta, sin dejar de lado los valores del terapeuta que debe tener previamente clarificados y ser capaz de identificar cuales de ellos se están activando en cada momento pudiendo incluso entorpecer el proceso terapéutico. El terapeuta ya no es neutro. El terapeuta ahonda en su autoconocimiento e identifica entre sus valores aquellos que más necesita realizar para potenciar una relación terapeutica no solo más eficiente si no también más satisfactoria.
Es difícil pensar que un instrumento psicométrico, una escala o un inventario de valores nos puede ayudar ya que más bien la persona debe construir los suyos a lo largo de su vida, con más o menos influencias.
Ante la dificultad de trabajar con inventarios de valores, podemos trabajar con dominios en los que cada persona apuesta en función de sus valores: la familia, la pareja, el trabajo, la formación, el ocio, la espiritualidad, la amistad, la salud... Y en cada uno de los puntos de esta no exhaustiva lista, el cliente irá dando pistas sobre sus valores. Tanto el objetivo final como todo el proceso de terapia irá en línea con ellos.
A continuación comento algunos valores para utilizarlos como hilo conductor en la terapia, con la premisa del respeto incondicional a cualquier posicionamiento del paciente:
- Familia: para muchas personas, la familia es el valor más importante. Está por encima de todo, y está en todo. Si se detecta este valor, la familia ha de estar tanto en el objetivo de tratamiento como en el mecanismo de acción. Habrá un análisis de la familia, unas tareas para la familia...
- Honestidad: la honestidad incide directamente en la salud, ya que aporta transparencia, armonia, paz, pero a la vez compromiso ya que empezamos por ser honestos con nosotros mismos, no engañarnos, cumplir nuestros compromisos y afrontar la solución de nuestros problemas. Es decir, con un solo valor prevenimos y además intervenimos
- Generosidad: básica para la felicidad. Si buscamos el bienestar del otro, recibimos gratificación doble: ver al otro mejor y el otro nos devuelve como un espejo bienestar. Ser generoso para ser egoista. En el mejor de los sentidos. Pero sobretodo ese desapego que favorece la generosidad nos ayuda a no ver problemas donde no os hay, a relativizar, a apreciar, a agradecer.
- El perdón y la gratitud, sentimientos positivos. Aunque relacionados con valores cargados de un matiz religioso o espiritual, son básicos para nuestra salud, para nuestra confianza: nos colocan en un estado positivo, asumimos, aceptamos lo que pueda ir mal y reconocemos lo que va bien.
- La fe cura, también con connotación religiosa, pero estar convencido de que uno se va a curar es la mitad del camino, para cualquier tipo de terapia (incluida farmacológica, con el conocido efecto placebo), pero sobretodo interpersonal.
- Y la espiritualidad de cada uno, la confianza en la naturaleza, en la humanidad, son baza importante para el crecimiento personal, la para la mejora de nuestras condiciones actuales, sean trastornos, enfermedades o problemas socioeconómicos.
Como estos, muchos otros aspectos y valores positivos pueden ser el éxito de la terapia si se articulan adecuadamente: bondad, agradecimiento, amistad, simpatía, sencillez, naturalidad, fidelidad, esfuerzo, aprendizaje, apertura, respeto, ecuanimidad, aceptación incondicional .
A cada uno de los valores comentados, le podemos encontrar su contrario, y los identificaremos fácilmente con factores de riesgo para los problemas interpersonales y trastornos mentales.
Interroguemos a nuestros clientes y pacientes por sus valores. Ayudémosles a etiquetarlos y utilizemos su propia lista de valores. Algunas personas pueden necesitar ayuda para distinguir sus valores, de sus creencias o de lo que pueden ser virtudes, distinguir su ética de las expectativas de su entorno. Una vez conoce sus valores, tal como aprende a conocer sus sentimientos y distinguirlos de sus pensamientos, repasamos uno por uno, cual de ellos no se realiza en su vida actual o no ha podido realizar o actualizar hasta ahora. Y la tarea es hacerlo realidad y que ese valor forme parte de su vida. ¿Como hacerlo realidad o como no quebrantarlo? Por una parte, sus objetivos estarán en línea con esos valores, por otra parte, cualquier conducta del dia a dia, conducta en el sentido amplio, estará en línea con esos valores. Tras un esfuerzo inicial, de aprendizaje, de refuerzo, de equivocarse, y de volver a empezar, se consigue un cambio que se mantiene y realimenta en base a los mismos parámetros. Los valores cambian poco a lo largo de la vida de una persona (pocos valores cambian y en pocas ocasiones), por lo que es una inversión segura.
Además, tenemos una oportunidad de mejorar nuestra sociedad interviniendo en valores positivos.

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