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Psicóloga, terapeuta Familiar, psicodiagnostico infantil, estimulacion temprana.

lunes, 24 de octubre de 2011

Que es tener un Yo debil



Este concepto de yo (o personalidad) frágil está estrechamente relacionado con lo que hemos dicho hasta ahora. Las personas que tienen una gran necesidad de aprobación y un temor a los juicios negativos son también frágiles y vulnerables, y reaccionan ante el fracaso como si se tratase de una catástrofe. Los procesos mentales subyacentes a este temor al fracaso no son los mismos que los que originan el temor a la valoración negativa y la gran necesidad de aprobación, pero todos ellos se dan en las mismas personas.
Muchas personas tímidas han dejado de participar en un buen número de experiencias sociales de uno u otro tipo, y la historia de sus relaciones sociales es muy pobre. Han vivido la mayor parte de sus experiencias sociales con los padres, los familiares, un compañero de habitación, unos pocos amigos de su clase y los compañeros de trabajo más inmediatos. Cualquier cambio en esta rutina de relaciones bien trilladas con personas conocidas se convierte en una situación social nueva. A cada encuentro nuevo que se produzca en un contexto social también nuevo, la persona tímida duda de su capacidad para responder a las exigencias de lo desconocido.
Toda situación nueva le parece una prueba; se siente como el ratón de un experimento colocado en un laberinto. En cada encrucijada hay dos o más alternativas: «¿A dónde me dirigiré? ¿Qué haré? ¿A dónde puedo ir desde aquí? ¿He cometido un error?» El ratón tiene suerte, porque sufre muy poco, aparte del esfuerzo y la energía que emplea en llegar a la meta donde está la recompensa. Para el tímido, la cosa es algo más complicada, pues puede reflexionar, preguntarse qué piensan de él las personas con las que se relaciona. Esto da lugar al miedo.
Para el ratón, el éxito consiste sencillamente en lograr la recompensa y, después de varios intentos, aprende a hacer el mínimo es fuerzo para alcanzar la meta. Pero en las relaciones interpersonales el éxito peligra en cada encrucijada: «Alguien me ha saludado. ¿Me vuelvo pan ver quién es? Oh, es esa chica de ayer-. ¿Me paro a decirle algo o finjo no haberla oído? No, ya sabe que la he oído. No puedo demostrar que soy tímido. Me volveré y la saludaré ¿Debo sonreír? ¿Qué puedo decirle? ¿Debo dar le la mano? ¡Ay, Señor, se pone a hablar conmigo! ¿De qué voy a hablarle? Me pregunta cosas. ¿Cómo puedo acabar la conversación? Le diré que tengo prisa, que tengo una reunión. ¡Uf! Menos mal que se ha ido... »
Éstas son las cosas que se piensan cuando uno se preocupa por mantener una cierta imagen, cuando se siente una gran necesidad de aprobación, cuando se teme ser valorado negativamente. Cada situación nueva se convierte en una serie de pruebas, y el éxito en cada una de ellas consiste solamente en evitar las torpezas o las muestras de nerviosismo o desorientación.
Cuando la persona muy tímida se ha puesto en ridículo, o cuando se siente herida por un intento fallido de establecer una comunicación, su reacción inmediata es evitar cualquier otro contacto social y compensar esta carencia mediante otras actividades sociales más previsibles, en las que los roles o tareas a desempeñar sean regulares y conocidas. La siguiente descripción de un hombre muy tímido es una muestra de su forma de pensar y actuar durante un cierto período de tiempo.

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