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Psicóloga, terapeuta Familiar, psicodiagnostico infantil, estimulacion temprana.

lunes, 24 de octubre de 2011

Timidez en los niños


ALGUNOS DATOS DE CONDUCTA QUE DISTINGUEN A LOS TÍMIDOS DE LOS NO TÍMIDOS
Algunos datos de conducta que distinguen a los tímidos de los no tímidos son las siguientes:

1) una marcada tendencia a evitar a los demás y a rehuir los con tactos sociales;
2) una tendencia a evitar cualquier iniciativa en el terreno social;
3) en las reuniones, la inclinación al silencio;
4) la tendencia a evitar mirar a los ojos a los demás;
5) la costumbre de hablar en voz baja o suave.

Puede decirse que el factor común de todas estas actitudes es la inactividad o, en el mejor de los casos, la mínima actividad: no iniciar, no hacer, no responder... En general, no hacer nada en las situaciones sociales. Una encuesta realizada en la Universidad de Ohio reveló que el dieciséis por ciento de los alumnos de este centro y el doce por ciento de las alumnas reconocen sentir más o menos temor por el simple hecho de estar en presencia de un miembro del sexo opuesto, y el treinta y dos por ciento de los hombres y el treinta y nueve por ciento de las mujeres admiten sentir temor cuando hablan con alguien por primera vez. Estas cifras llaman la atención por su importancia. Si se cuenta usted entre esos hombres y mujeres, y si su temor es intenso, no me sorprende que utilice usted el mecanismo psíquico más sencillo para proteger su tranquilidad emocional: evitar totalmente las situaciones sociales. Pero hemos visto que las consecuencias de esta forma de adaptación pueden ser graves.
Cuando la timidez se prolonga desde la adolescencia a la edad adulta, da lugar a lo que se denomina soledad social, es decir, una sensación de aburrimiento, de falta de alicientes y de exclusión, que suele ser causa da por la ausencia de un entorno social favorable.
Debe distinguirse la soledad social de la soledad emocional. Esta última se debe al fracaso en el intento de mantener una relación íntima con alguien, y la terapia a seguir se centra en la adquisición de una seguridad y desenvoltura personal que permitan el desarrollo de nuevas relaciones íntimas en las que la persona se muestre tal como es. Pero la curación de la soledad social no puede hallarse aplicando los principios de la psicología humanista ni en grupos de encuentro o de sensibilización. La soledad social es una triste secuela de la timidez, y sólo puede ser superada mediante la adquisición de la habilidad social necesaria para hacer amistades, mantener relaciones superficiales, conocer a personas nuevas y sentar una base para las relaciones informales.
El número de contactos sociales y de amigos que tiene una persona guarda estrecha relación con su bienestar emocional. Incluso entre los niños de edades comprendidas entre los cuatro y los once años, los que tienen pocos amigos, o ninguno, sufren a menudo perturbaciones emocionales. En los adolescentes, la res puesta «Nunca» o «Alguna vez» a la pregunta: «¿Con qué frecuencia sales con amigos?», indica un bajo nivel de adaptación social y emocional. En los adultos, las amistades y contactos sociales son un factor de extrema importancia como fuente de bienestar y felicidad. En una encuesta llevada a cabo recientemente en Norteamérica, en la que se entrevistó a unas cincuenta mil personas, los hombres y las mujeres solteros colocaron el apartado «vida social y amigos» en primer lugar entre otros dieciséis aspectos de la vida que ellos pensaban que contribuían a su felicidad. El tener amigos y una vida social agradable es más importante para los solteros que el crecimiento personal, la salud física, una vida sexual plena o incluso una buena situación económica. Los hombres y mujeres casados consideraron el «estar enamorado» como el factor más importante de su felicidad, y el apartado «vida social y amigos» fue relegado a un nivel de importancia relativamente bajo: el octavo lugar.
Pero no nos engañemos. El estar casado no evita las sensaciones de aislamiento, soledad social y depresión. Incluso entre las personas casadas, lo que distingue a aquellas que se sienten socialmente aisladas de las que no lo están es la participación en actividades sociales externas al matrimonio, como la «participación en organizaciones voluntarias». El hecho de estar felizmente casado y de gozar de una relación profunda y completa con una persona no significa necesariamente estar libre del aislamiento social y de la soledad. El participar en un grupo social aparte de la relación primaria es lo que da lugar a sentimientos positivos acerca de la vida. El cuarenta por ciento de las cincuenta mil personas entrevistadas admitieron que a menudo se sentían solos. Y esta frecuente sensación de soledad no afectaba sólo a los solteros sino que se daba en el mismo porcentaje entre los casados.
También en el caso de las personas retiradas o jubiladas existe esta relación entre la ausencia de con tactos sociales, la alienación social y la soledad. El hecho de relacionarse exclusivamente con los familiares, o con las personas que comparten una vivienda, o con los tenderos del barrio, da lugar a sentimientos de depresión y aislamiento, y es causa además de mala salud. A cualquier edad, independientemente de la situación económica, marital o sexual, la falta de actividad social va unida a la soledad y a la inadaptación. La participación en diversas actividades sociales origina, de manera clara y perceptible, una sensación de adaptación emocional, una buena salud y una actitud positiva ante la vida.
De alguna manera, parece que nos avergüenza reconocer que experimentamos una necesidad de calor humano y de contacto social, aparte del matrimonio, aparte de las relaciones familiares y laborales. Por alguna estúpida razón, el proceso de hacer amigos y establecer contactos sociales no ha llegado a ser tan aceptado como otros motivos menos importantes para formar grupos, ni ha llegado a ser tan institucionalizado como el matrimonio y la paternidad.
Si usted es una persona tímida, puede ocurrirle otra cosa grave: no buscar ningún contacto personal ni social. En una encuesta realizada para averiguar por qué algunas personas no llegan a casarse, la mayoría de quinientas mujeres solteras mayores de treinta años declararon creer que sus principales dificultades se debían al hecho de ser demasiado tímidas." Tenían sensaciones de inferioridad y experimentaban temor a ser rechazadas, y por ello tendían a ocupar sus ocios con actividades y hobbies que les impedían conocer a un compañero. La mayoría de aquellas mujeres no salían nunca con hombres, o casi nunca, y apenas tenían relaciones masculinas. Aun después de haber abandonado el ámbito de la influencia paterna, muy pocas de ellas hicieron nada para variar su situación social. Aquí es donde tienen su mayor influencia en las decisiones vitales la falta de actividad social y la ausencia de un es fuerzo continuado por hacer amistades. La falta de motivación y de empeño debilita los esfuerzos de una persona y disminuye sus capacidades naturales; aumenta el temor que pueda sentir hacia la sociedad, favorece su pasividad y frustra sus esperanzas de integración y éxito. ¿Está usted poco motivada a la hora de resolver sus problemas sociales? Aunque la necesidad de con tacto social sea fuerte y dominante, si no existe una motivación para alcanzar el éxito, las iniciativas sociales serán débiles y las experiencias estarán amenazadas por la frustración y la desesperanza.

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